domingo, 29 de abril de 2018

Observando la Luna en el cuarto día de lunación

Después de cenar, la noche del 20 de abril de 2018, vi que la temperatura era muy agradable, que el cielo estaba despejado, aunque con cierta humedad en el ambiente, y que la Luna se encontraba a tiro frente al balcón de mi casa en Barcelona.

Una invitación que no pude rechazar.

Monté el SC de 127mm y decidí pasear de manera amistosa por la superficie lunar.

Se encontraba en los 4,75 días de lunación y mostraba un 27,10% de su superficie iluminada.

Lo primero que hice fue acoplar la cámara ASI120MM al telescopio y empezar a tomar imágenes con las que montar un mosaico. Al final fueron 14 teselas que me permitieron elaborar esta imagen que muestra lo que me ofrecía la Luna esta magnífica noche:

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Después, con más tranquilidad  me dispongo a observarla con el ojo pegado al ocular.

La contemplo un buen rato con el ocular de 25mm (50x) que me permite tenerla entera en el campo de visión y a continuación me dispongo a ir al detalle con el Takahasi LE de 7,5mm (166x). Empiezo por el Norte, comprobando que puedo percibir en el limbo lunar, eso sí, con cierta dificultad, el siempre inquietante Mare Humboldtianum.

Frente a él, los cráteres De la Rue y Endymion, de 136 km de diámetro el primero por 126 km el segundo. Ambos circulares, pero con apariencia elongada debido a la perspectiva con la que los vemos. De la Rue se ve bastante perjudicado, con unas paredes derruidas y con dos pequeños cráteres, Strabo y Thales, superpuestos a él en la zona Norte. Sin embargo, Endymion, más entero, mantiene una gran presencia, en parte también gracias a su fondo cubierto de lava oscura.

Continuando el camino hacia el Sur me encuentro con dos de los destacados de la noche: Hércules (70 km) y Atlas (88 km). Su tamaño generoso, su estructura y su gran belleza me obligan a dedicarles un buen rato. Me llama especialmente la atención Hércules G, el cráter de 3 km de diámetro que se encuentra en el suelo de Hércules que lucha con las sombras que emanan de la pared Este del cráter.

En plena frontera del terminador, el magnificente Posidonius empieza a emerger de la oscuridad. Sin duda, en otro momento se podrá ver mejor, pero en este instante, su tétrica belleza es ciertamente sugestiva. Al Este de Posidonius, con esta abertura me resulta un poco complicado percibir con comodidad la Rima G Bond, pero ahí está.
Me detengo unos instantes a las orillas del Mare Crisium, donde encuentro a uno de mis cráteres lunares preferidos, Proclus. Sin duda, viéndolo esta noche, poco o nada hace presagiar que dentro de unos días, con la Luna llena, se va a convertir en un verdadero faro lunar.

Me desplazo de Mare Crisium a Mare Tranquilitatis para contemplar la Rima Cauchy y la Rupes Cauchy, dos impresionantes líneas paralelas que encierran al pequeño cráter Cauchy, de 13 km de diámetro y 2.600 m de altura.

Al Este de Cauchy reparo en un cráter en el que nunca me había fijado, Taruntius. Hago un boceto básico y me dejo apuntado en la libreta que, tan pronto pueda, tengo que observarlo con más detenimiento con el SC de 235mm. Creo que con más abertura y forzando aumentos puede dar mucho juego.

Más al Sur de Taruntius, una de las vistas más peculiares de nuestro satélite, Messier, Messier A y sus dos rayos paralelos extendiéndose a lo largo de unos 100 km sobre la superficie de Mare Fecunditatis.

El juego de luces y sombras que proporciona la cercanía del terminador me ofrece ahora una de las mejores vistas de la noche: Las orillas de Mare Nectaris. Al Norte, un revoltijo de cráteres formado por Capella, Isidorus y los muchos cratercillos que los rodean. Una fuente de lugares intrincados que se esconden o se muestran dependiendo de la incidencia de los rayos solares. Al Sur, Daguerre, un cráter semifantasma muy sugerente.

Al Oeste de Mare Nectaris, igual que ocurría con Posidonius, Theophylus empieza a emerger de las sombras, sugiriendo ya el espectáculo que reserva para posteriores noches. Saliendo de él y alcanzando Beaumont, una escarpadura muy marcada gracias a la proximidad del terminador. En la parte opuesta del Mare, se muestran más escarpaduras frente al pequeño Bohnenberger. Resulta impresionante.

Y en la orilla Sur de Mare Nectaris, Fracastorius, que parece una versión más potente de Daguerre, pero que al igual que este, ha sucumbido a la marea de lava que ha acabado sepultando su pared Norte.

Siguiendo el camino hacia el Sur lunar, me encuentro con un antiguo conocido. El sensacional Piccolomini. Impresionantes sus terrazas que se elevan hasta unos 4.500 m, la sombra cerrada de su pared Este que alcanza a su montaña central que aprecio, con el SC de 127mm, como si estuviera partida en dos y que proyecta asimismo una majestuosa sombra que alcanza la base de las terrazas de la parte Oeste.  Y qué decir del grupo de pequeños cráteres junto a él: Piccolomini A, B, C, D, F, O y M. Cada segundo dedicado a su observación vale su peso en oro.

Continúo con Janssen, un cráter enorme de 191 km de diámetro que presenta un conjunto de rimas en su interior realmente atractivo.

Y llegando al final del camino, acabo deleitándome con la gran densidad de cráteres que pueblan la zona Sur lunar, destacando Vlacq, Rosenberger, Pitiscus, Hagecius y Nearch.

Al final estuve más rato del que pensaba cuando empecé con la observación, pero sin duda mereció la pena. Como siempre digo, la Luna nunca defrauda.

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